Excluidas desde 1869 por el Código Civil de Vélez Sarsfield y colocadas en una posición de subalternidad que demandó luchas individuales y colectivas, las mujeres argentinas recorrieron un largo camino hasta lograr el reconocimiento de sus derechos.

Algunos proyectos de ley de principios del siglo XX, presentados en su mayoría por  legisladores provenientes del socialismo, intentaron modificar esta situación. Basta mencionar cuáles eran las reformas que proponían para describir la precaria situación en la que se hallaban las mujeres. Mientras en el Congreso Nacional se discutía la libertad de acción sobre sus bienes, el país se preparaba para dar un gran salto hacia una forma más “democrática” de gobierno. La ley Sáenz Peña, sancionada en 1912, aseguraba el acceso al voto universal, secreto y obligatorio. Con un detalle: las mujeres no eran consideradas el sujeto “universal”. Condiciones similares en el ámbito laboral y en el político dieron forma a los primeros programas de lucha de estos movimientos, impulsados por una imperiosa necesidad de conquistar la emancipación.

Elección o necesidad

Entre 1875 y 1934, Buenos Aires reglamentó la prostitución como actividad legal que podía ejercerse en locales autorizados. Las trabajadoras sexuales estaban obligadas a registrarse para obtener la patente que las habilitaba como “profesionales del sexo” y debían someterse a controles sanitarios regulares. 

La Ley de Profilaxis (1936), que prohibía el funcionamiento de los burdeles, tuvo un efecto paradójico: al no tener dónde ejercerse, la prostitución empezó a ofrecerse en las calles y se transformó en un “problema” visible. También significó un retroceso: sin controles sanitarios, muchas trabajadoras quedaron libradas a su suerte en materia de salud y sin posibilidad de reinsertarse en el mercado laboral.

En la actualidad, la prostitución no está tipificada en el Código Penal y la discusión en torno a ella divide aguas. Por un lado, los sindicatos de trabajadorxs sexuales reclaman una reglamentación laboral con jubilación y obra social y luchan por impedir la violencia institucional y revertir el estigma social. Por otro lado, la postura abolicionista sostiene que la prostitución no puede considerarse un trabajo y que la lucha debe apuntar a erradicar la trata de personas. 

El material expuesto en la galería pertenece al acervo del Museo Histórico de San Pedro y consiste en un álbum de fotografías que constituía un registro de saneamiento de las trabajadoras sexuales del municipio a fines del siglo XIX.

Explorar Galería

Registro de saneamiento de prostitutas, c. 1900. Centro de Estudios Históricos de San Pedro.

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