A los 15 años Quinterno publicó sus primeras colaboraciones en Páginas de Columba, en 1924. Un año después editó su primera serie de historietas, Panitruco, con guiones de Carlos Leroy. Su dibujo en esta ópera prima es equidistante tanto de Lanteri como de Taborda. Es parte de la construcción de un camion propio. Quinterno, en 1926, aprovechó la oportunidad de publicar en Mundo Argentino y presentó una serie que alteró completamente el esquema habitual, basado en las Pequeñas delicias de la vida conyugal (Bringing Up Father, de George McManus): en Don Fermín, el marido no es la usual víctima de su esposa sisebuta, sino un desaforado victimario que aterroriza a su familia en la disputa por el poder en el interior del hogar.

Quinterno ya era entonces la promesa joven, de mano maestra. El autor tentó un ensayo: su nuevo personaje no era ni un pícaro ni un marido díscolo que habilitaba conflictos en sus ansias de emancipación al patrón de la corrección hogareña. El don Gil no es un tipo ingenuo que lee con el optimismo del Cándido de Voltaire la adversa y cruda realidad. Pero tras algunas semanas de publicación, don Gil empezó a asumir claras características del tradicional pícaro, sin duda un tipo más productivo de gags. Al poco tiempo de esta adaptación a la corriente habitual de las historietas con personaje fijo local, Quinterno jugó su nueva carta con la configuración como partenaire del ahora devenido pícaro don Gil al primitivo Patoruzú, la figura inocente, base para modelar un verdadero héroe de historieta. Ha dado con una nueva fórmula.

El trabajo de Quinterno no era solitario ni individual. Por el contrario, conformó un equipo de trabajo de profesionales bajo su supervisión, que le permitió sostener la calidad y la cantidad de sus producciones. Entre ellos, se destacó Tulio Lovato. Era más que la mano derecha de Quinterno, lo llamaba a cada rato hasta en cuestiones que nada tenía que ver con los dibujos. Para lo gráfico, color y líneas, era de una precisión innata. Si bien Quinterno era quien tomaba las decisiones definitivas, sus historietas deben también pensarse como fruto de una labor colectiva.

Dante Quinterno fue autodidacta, como la mayoría de los primeros historietistas argentinos: aprendó mirando lo que publicaban aquí los grandes dibujantes y trabajando como aprendizde ellos. Arturo Lanteri fue la figura más importante de la primera etapa de la historieta argentina y, durante un tiempo, las suyas fueron las historietas mejor elaboradas que se publicaban en el país. En un preciso momento de esa etapa el jovencísimo Quinterno estuvo a su lado. En 1924 Quinterno ya había publicado algunas colaboraciones en el suplemento de Páginas de Columba, pero que no lo singularizaban mucho más que como un pibe potencialmente dotado y sin dudas muy entusiasta. El salto entre esos dibujos y los que pocos meses después Lanteri le publicó en su revista Humorismo Porteño, es abismal. Tenía apenas 15 años y no solo publicaba al amparo del más importante historietista del momento, sino que durante algunos números fue el único autor que lo hizo a la par.

El difundido tutelaje del Mono Taborda debe haber sido en realidad muy breve. Los únicos testimonios que lo abonan son la famosa fotografía que publica Monos de Taborda entre fines de 1924 e inicios de 1925  y un par de colaboraciones de Quinterno en ella.  A mediados de 1925, y con el apoyo del periodista Muzio Sáenz Peña, Quinterno publicó su primera serie de historietas, “Panitruco”.  Su tira “Don Gil Contento” es fundamental para entender los márgenes en que se desarrollaba la producción de historietas argentinas en ese momento crucial, el último período de la etapa de la historieta en su estado salvaje, libremente experimental.

Aquí podemos explorar algunas de sus primeras creaciones, dibujos, tiras cómicas, antes de convertirse en el creador de Patoruzú.

Dante Quinterno a los 19 años de edad.

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