En Casa de las Américas se aglomeró una vasta red universal de intelectuales, en particular, de América Latina. Ubicada en el barrio El Vedado de La Habana y dirigida desde julio de 1959 por la cubana Haydée Santamaría, Casa de las Américas confluyó con un momento de alza de la narrativa latinoamericana. La mayoría de los escritores que formaron parte de ese movimiento fueron atraídos por la institución para ser jurados en sus concursos, formar parte del comité editorial, publicar en su revista y en las colecciones del sello, participar en mesas redondas y recibir premios. Se destacaron figuras como Julio Cortázar, David Viñas y Ezequiel Martínez Estrada. La lista de quienes fueron premiados y/o mencionados por la Casa y se sumaron a sus iniciativas es extensa: Francisco Urondo, José Bianco, Leopoldo Marechal, Ricardo Piglia, Abelardo Castillo, Andrés Lizarraga, Osvaldo Dragún, Juan Gelman, Liliana Heker, Rodolfo Walsh, Marta Lynch, Noé Jitrik, María Rosa Oliver, Alberto Szpunberg, Marta Traba, Eduardo Pavlovsky, Miguel Grinberg y Dalmiro Sáenz, entre muchos otros.

JULIO CORTÁZAR

La experiencia cubana produjo en Julio Cortázar una súbita transformación política. La Revolución tuvo una decisiva influencia en su producción literaria, como es el caso del Libro de Manuel o el cuento “Reunión”, que formó parte del volumen Todos los fuegos el fuego, publicado en 1964. En ocasión del encarcelamiento del poeta cubano Heberto Padilla —el renombrado Caso Padilla—, Cortázar participó en la titulada “Declaración de los 54”, sumando su postura crítica a la de un conjunto de personalidades, entre ellas, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. La sucedánea “autocrítica” de Padilla, conocida el 5 de abril de 1971, motivó por su inverosimilitud una nueva carta en mayo, llamada “Declaración de los 62”. Si bien la proclama sumaba nuevas adhesiones y subía de tono, no iba a contar esta vez con la firma de Cortázar, quien terminaría publicando su poema “Policrítica en la hora de los chacales”. Allí, de un modo lúdico, Cortázar ensayó una salida “cronopia” a una situación muy espinosa.

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